Los primeros seis meses de Donald Trump han dejado claro al mundo que confiar en Estados Unidos es peligroso y que con él no se puede llegar a ningún acuerdo. Es más: el mundo ha comenzado a seguir un curso en el que ya no se cuenta con Washington, opina James Gibney, experto en relaciones internacionales.
De todas las consecuencias internacionales del primer año del nuevo presidente estadounidense, Donald Trump, una de las que más ha sorprendido ha sido su tendencia a la ‘diplomacia multilateral’, explica Gibney, que enumera todos los ‘logros’ de los seis primeros meses de su presidencia.
“Después de todo, este es el tipo del ‘America first’. El que redujo las garantías de la seguridad de la OTAN a un ‘definitivamente quizás’ —y solo si sus miembros gastaban más dólares en defensa—. El compromiso nuclear con Irán ha sido “el peor acuerdo del mundo” y el de París sobre el cambio climático no ha resultado ser mucho mejor. El Acuerdo Transpacífico ha muerto antes de nacer. Los días de barra libre para Japón y Corea del Sur han tocado a su fin. Se ha cargado el NAFTA. Ha amagado con ignorar las reglas de la OMC”, asevera el experto.
Un país en cuarentena forzada
Los recortes en los presupuestos de Trump en materia de ayuda extranjera y para el mantenimiento de la paz en el marco de la ONU, unidos a las oficinas y embajadas vacías del país demuestran, que entre los intereses del Gobierno de Trump no están la diplomacia y el ejercer un poder blando.
“Incluso la hegemonía tiene fecha de caducidad. Y Estados Unidos no es una excepción”, sentencia Gibney.
¿Qué ha decidido hacer el mundo ante la torpeza del país que antaño ejerció un papel hegemónico y que ahora está en cuarentena? Seguir adelante sin él. De hecho, la situación es de lo más graciosa: ante la desintegración del orden internacional impuesto por un solo país, otro orden ha comenzado a surgir y, esta vez, sin la Casa Blanca, destaca el autor.